jueves, 10 de febrero de 2011

Rare Exports: A Christmas Tale (2010)


Una compañía norteamericana lleva a cabo unas excavaciones en Finlandia. Su intención, ni más ni menos, que encontrar el cuerpo de Santa Claus. Cuando lo encuentren, el caos comenzará a imponerse en la zona. Un niño, obsesionado con las leyendas siniestras que hablan de un Santa Claus poco bondadoso, avisa de la situación y nadie le cree. Sin embargo, la realidad, aunque difícil de creer, irá asemejandose a dichas leyendas.

Para la mayoría de la gente, Papá Noel, o Santa Claus, es un gordinflón bondadoso que, montado en su trineo volador comandado por renos, reparte regalos a los niños buenos. Luego, tendríamos las variopintas historias que han llevado a este bonachón hasta donde está actualmente. Tenemos aquella, la más popular, en la que vive junto a la señora Claus en el Polo Norte, rodeado de duendes navideños que le ayudan para fabricar los juguetes. En realidad, el personaje debe su existencia a un obispo cristiano de origen griego, llamado Nicolás de Bari. Se dice, que el tal Nicolás tenía buenas relaciones con los niños (no penséis mal…o vete tú a saber), y que, al saber que varios habían sido acuchillados, rezó por ellos, dando como resultado la curación casi inmediata de sus heridas mortales (¿?). Otros cuentan que solía obsequiar a los niños con regalos, y ayudaba a las familias escasas de dinero para que sus hijos pudieran casarse (…). Hay más historias, como aquella de la Coca Cola, pero la más interesante, al menos para el que suscribe, y sobretodo en materia cinematográfica, es la que nos cuenta Rare Exports: A Christmas Tale.

En Finlandia, pues de allí es la película que nos ocupa, hay una mitología oscura en torno al personaje. Conocido como Joulupukki, el aspecto que algunos le otorgan es de lo más temible. Algo así como un monstruo con una cornamenta y mirada asesina, que iba vestido con pieles varias. No sentía el aprecio por los niños que se le adjudica, sino que castigaba duramente a los que se portaban mal. Se paseaba casa por casa, exigiendo regalos, en lugar de dejarlos en la chimenea. Vamos, que era violento y gorrón a partes iguales. Pues bien, a partir de esa particular leyenda, el joven director Jalmari Helander, un tipo que tiene mucho que decir en esto del cine, se las ha apañado para crear una fantasía juvenil de tono sombrío, cercano al terror, que guarda más de un punto en común, tanto formal como mágico, con las entrañables producciones del estilo que se fabricaban como churros en los ochenta. Si, esas como Los Goonies (The Goonies, 1985), Exploradores (Explorers, 1985), Noche de miedo (Fright Night, 1985) o Una pandilla alucinante (The Monster Squad, 1987), por citar sólo unas pocas y de variado pelaje.

Con lo de magia me refiero a esa esencia ya prácticamente perdida en el cine comercial, y en el cine en general. Esa esencia que, aún hoy, es capaz de llevarnos a los talluditos hasta aquellos años en los que lo pasábamos en grande una y otra vez con películas con tenían un toque especial. Un toque, que tal vez fue cosa de décadas pasadas y ahora queda anclado en una irreparable nostalgia. Pero, aunque no sea del todo igual, es algo que por momentos consigue Rare Exports.

La trama está vista desde los ojos de su joven protagonista. Un niño que, como es habitual en este tipo de producciones, acabará convertido en un improvisado action hero, con soluciones para todo y actuaciones rallando en lo suicida. Como también es habitual, las preguntas son lo que menos hay que hacerse; es una de esas aventuras fantásticas que se disfruta en mayor medida según la inocencia y/o desprejuicio que quede en el espectador. Lo que podría venir a decir que, si no te has convertido en un pútrido gafapasta de tres al cuarto, es posible que te lo pases genial con ella, igual que antaño lo pasabas genial con las películas citadas.

Las cosas ocurren rápido (no por nada, su duración apenas supera los ochenta minutos), y no hay tiempo para respuestas; Santa Claus ha vuelto de la tumba, es malo y está dispuesto a sembrar el caos. Nuestros protagonistas adultos, también inesperados héroes, le harán frente. Y no, no se sorprenden mucho de que exista Santa Claus, ni de que éste sea todo lo contrario a la creencia popular. No se sorprenden de que los duendes no sean sonrientes hombrecillos, sino viejos de aspecto tortuoso y un malsano símil con la villana final de Rec (2007). Se entra en acción. Punto. Y si además pueden sacar pasta con secuestros, mejor.

La excepcional banda sonora es uno de los principales elementos que nos llevan a aquellos añorados ochenta. Cualquiera diría que la ha compuesto un John Williams de aquella etapa. La factura es sobresaliente, pues se trata de unas de las producciones punteras del mercado finlandés del pasado año. Un gran éxito que, como viene siendo habitual, dudo que podamos ver en las salas de nuestro querido país, pues ya han pasado las navidades y no hay señal de distribución. Tampoco en formato domestico. Eso sí, quejarse de las descargas se les da de lujo.

Pese a que, en general, es una de esas película que, sin ser obras maestras y puede que tampoco notables, es difícil, por su simpatía, honestidad e incluso originalidad, sacarlas fallos, lo cierto es que el ritmo cojea un poco en la primera mitad. Para ser un montaje de a penas ochenta minutos, Rare Exports no dosifica la suficiente carga de alicientes para mantener netamente el interés tras su excelente prologo. Se sigue la trama, en todo caso, siendo ya conocer del asunto, esperando que lo mejor esté por llegar en cualquier momento. Y llega, claro que llega. La segunda mitad es un non-stop de suspense (el encuentro con el presunto Santa Claus), acción y aventura (toda la parte del helicóptero), que no se olvida de dejarnos varios planos visualmente poderosos y, en los últimos tres minutos, una trabajada broma a juego con lo es, ni más ni menos, este Rare Exports; cine de consumo construido sobre la base del talento y las ganas. Sobretodo, ganas de hacer algo nuevo y diferente, sin olvidar el aroma de los clásicos.

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