domingo, 6 de febrero de 2011

I Spit on Your Grave (2010)


En los setenta, el cine sobre justicieros y venganzas estaba en pleno auge. De ahí surgió un subgénero llamado Rape & Revenge. En ocasiones asemejado al cine de terror, o más bien a lo que hoy conocemos como el Torture Porn, el r&r se dio a conocer, sobretodo, por aquella joyita de un Wes Craven todavía amateur titulada La última casa a la izquierda (The Last House of the Left, 1972). Se promocionaba con aquel mítico “Para evitar desmayos, repita: es solo una película, es solo una película”, y nos contaba como una familia de criminales secuestraba a dos jovencitas hippies y las sometían a terribles vejaciones para después acabar con ellas. Lo que ocurría es que, coincidencia, la casa que éstos eligen para pasar la noche es nada menos que la de los padres de una de las jóvenes. Sobra decir que, cuando los padres se enteren, tendrán poca hospitalidad. Un esquema similar, aunque sin padres de por medio, es el que utilizó La violencia del sexo (I Spit on Your Grave, 1978), y se convirtió en el mejor y más representativo sucedáneo de la película de Craven.

En La violencia del sexo, al igual que en La última casa a la izquierda u otras obras del r&r, lo de menos es la sutileza. Son películas directas a la yugular, sin concesiones. Más de uno las tachó, y las tacha, de reaccionarias y de sucias apologías de la violencia por la violencia. Para el que suscribe, aún con sus variables puramente “peliculeras”, son odas a la justicia del sentido común. No por nada, La violencia del sexo se centraba durante unos (largos) cuarenta y cinco minutos en mostrar las vejaciones que unos paletos salidos administran a la protagonista, una escritora que viaja a un lugar tranquilo en el campo para terminar de escribir su novela. Así, los cuarenta y cinco minutos restantes van al grano con una única consigna; la venganza será aún más terrible. Y nosotros, después de sufrir lo anterior, estamos deseosos de que cada uno de esos paletos pague por sus actos. La venganza, en este caso, significa algo así como un ingrediente festivo, pues no hay remordimiento alguno, ni necesario ni justificado.

En plena era de remakes, era cuestión de tiempo que le tocase el turno. De hecho, en 2008 pudimos ver un decente remake de la citada La última casa a la izquierda. Además, la moda (de capa caída, dicen) del Torture Porn, y la cantidad de cine venganza de calidad estrenado en los últimos años (sobre todo el año pasado, aunque las mejores no suelen llegar a España), dejaban claro que era el momento idóneo para que aquella historia impactase al público actual.

Lo primero que uno se pregunta ante tal película es, ¿habrán mantenido la dureza y nula concesión moral de la original? A priori, es una duda más que saldada viendo la polémica creada en Estados Unidos antes del estreno. Finalmente consiguió un lanzamiento limitado, pasando más bien desapercibida, pero tenía todas las papeletas de quedarse con la calificación NR-17, lo que equivale, por así decirlo, a lo que conocemos aquí como calificación X. Esto, obviamente, nos da a entender que explicitud de la violencia está un paso por encima de lo que la MPAA cree aceptable para estrenar en salas convencionales. Pero, como dije, terminó estrenándose con la R (prohibida a menores de 18 años) en un puñado de salas.

Inédito en España, y podéis apostar el cuello a que se quedará así, este remake ofrece lo que dicha polémica parecía presagiar: un espectáculo de crueldad y venganza brutal.

La estructura de la trama es exactamente la misma, aunque se cambian detalles de la venganza. En la película original, de forma un tanto ingenua por parte del guión, la protagonista consumía su venganza previa seducción a sus increíblemente ineptos verdugos. En la nueva versión no hay mediación posible hasta llegar a finiquitarlos. Con un rostro cambiado, puede que para siempre, la victima se ha convertido (la han convertido) en un ser salvaje, con un plan trazado para acabar con sus agresores de las formas más crueles. Así, tenemos desde castraciones hasta baños ardientes, pasando por una desquiciada tortura ocular que haría aplaudir al mismísimo Takashi Miike.

Es en esa parte, la de la venganza, en la que La violencia del sexo, 2010, pone toda la carne en el asador, quedando muy por encima de su antecesora. Lo que no quiere decir que los minutos previos en los que la protagonista es sometida a la vejación sexual sean de menor calado, pues en este caso también superan a los ya de por sí mal-rolleros de la película de los setenta.

Las notables interpretaciones de todo su reparto, la cuidada puesta en escena de su director, Steven R. Monroe, y unos trucajes gore magnificos, hacen posible el mayor impacto y que todo sea terriblemente creíble. Sin duda, uno de los mejores remakes en años.

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