jueves, 16 de diciembre de 2010

Dream Home (Wai dor lei ah yut ho, 2010)


Cheng Li-Seung es una joven que sobrevive como puede de pluriempleada, y cuyo sueño, desde niña, ha sido comprar un bonito apartamento frente a los muelles. El problema es que el precio de los pisos, así como las condiciones de los bancos, se ha disparado. No obstante, antes de contemplar el final de su sueño, decide tomar otras medidas; infiltrase en el complejo de apartamentos y urdir una masacre entre algunos de sus huéspedes.

El sobrevalorado precio de la vivienda y las eternas hipotecas a las que mucha gente tiene que hacer frente para ser propietario, es algo que, cada vez más, se está convirtiendo en uno de los peores males del siglo XXI. Los sueldos se congelan, los contratos de trabajo con estabilidad escasean. En España la cosa no anda bien, pero el mal de la vivienda es algo, en mayor o menor medida, cotidiano en el resto del mundo. En China, sin ir más lejos, la situación está bastante podrida, tal como nos explican en el prologo de Dream Home; para comprar una casa decente en Hong Kong hay que dejarse algo menos que el alma, y aún así seguirás endeudado con el banco toda tu vida. Todo esto, al igual que aquí (los tiempos de conceder hipotecas a lo loco pasaron, por suerte), siempre que seas apto para dicho préstamo, que hoy en día pocos lo son. La otra opción, la coherente de acuerdo a tus posibilidades, sería el alquiler; pero a la protagonista de nuestra historia no le agrada demasiado la idea.

Dream Home es, ante todo, una propuesta curiosa y original. Su director y guionista, Ho Cheung-Pang, sabe como mezclar variados géneros y registros. Construye, al mismo tiempo, una fabula social con sobrada (y acertada) carga crítica, una película de terror y ultragore, casi un nudity, y no se olvida del drama familiar o del thriller con afilado “giro final”. A la historia principal, se suma otra que se desarrolla a través de flashbacks, dosificada cada dos por tres con la sangrienta situación que vive la protagonista (una sensacional Josie Ho) en el presente. Sirven para que poco a poco vayamos conociéndola, entendiendo (o no) el motivo de sus terribles actos.

Los personajes que viven en los bonitos apartamentos en los que acontece la masacre son mostrados de forma repugnante, provocativa; no faltan los niñatos macarras pero con dinero para drogas y orgías, o esas mujeres visilleras (termino inventado en un foro sobre la burbuja inmobiliaria) casadas con hombres solventes que las engañan con otras, y sin embargo son felices conversando entre ellas dentro de la comodidad del hogar, que es algo así como su premio. Claro que tampoco se pretende en ningún momento, o eso creo, exculparla de sus actos, aunque sí hacernos de forma malévola cómplices por hora y media de sus vivencias. Ser cómplices, al fin y al cabo, de la psicópata de la función y de la frase final del prologo; “En una ciudad loca, para sobrevivir, uno debe tomar medidas aún más locas”.

En general, Dream Home funciona, pero lo hace mejor en la parte del presente que en los flashbacks. Y no digo con esto que pierda enteros en esos pasajes, sino que en ocasiones se alargan más de la cuenta o nos cuentan cosas que ya se dan por entendidas. Están, no obstante, muy bien rodados e interpretados. Nos invitan a ser pacientes y esperar el nuevo delirio teñido de rojo. Tenemos castraciones, destripamientos, bocas atravesadas por palos de considerable tamaño, hemorragias intermibables, disparos a bocajarro o largos cortes de cuchillo. Sin olvidarnos del sexo, claro. Un lujoso festín gore y exploit que al mismo tiempo puede, y debe, hacer pensar y recapacitar sobre una problemática real y creciente.

La película ha tenido problemas de distribución en su país, requiriendo visitas a la sala de montaje, y aún así, obteniendo un estreno poco amplio. Algo un tanto extraño en una cinematografía que abarca alegremente, sobretodo en los últimos años, una proeza cruenta tras otra, y con éxito. Me da que el problema viene de otro lado; hay algunos temas tabú con los que juega, ya no únicamente en sus escenas explicitas, sino el propio modo de tratar un tema social tan decadente pero beneficioso para unos cuantos; y no olvidemos que China es el país comunista más grande del planeta, y donde está el comunismo la libertad de expresión es exactamente la misma que en un país de ultra-derecha.

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