martes, 20 de julio de 2010

Anacondas, la cacería por la orquídea sangrienta (Anacondas: The Hunt for the Blood Orchid, 2002)


Anoche, a intempestivas horas de la madrugada, no me apetecía comerme mucho el tarro. Son esos momentos en los que te apetece una película que no pase de los ochenta o noventa minutos y que sea cutre. Además, me apetecía algo sobre animales asesinos de gran tamaño. Mirando por la red me encontré con la cosa que nos ocupa, que, se supone, es una secuela de la regulera Anaconda (1997). Aquella serie b con serpientes gigantes recuerdo que fue un éxito sorpresa durante en la temporada veraniega. Recuerdo que fui a verla al cine y la disfrute como el enano que era. Vista más adelante, pues eso, una típica monster movie comercial no muy allá, medianamente entretenida y con efectos especiales saturados de pixels. Eso sí, tenía un reparto lleno de caras conocidas, y otras más o menos conocidas que ahora lo son del todo. Entre ellos, Jennifer López, Jon Voight, Eric Stolz, Owen Wilson, Jonathan Hyde o Danny Trejo. No había visto hasta ahora la secuela porque olía a mierda. Es decir: menos presupuesto, ninguna cara conocida, equipo completamente distinto. No es que esto sea un termómetro para valorar la calidad de una película, pero en secuelas de este tipo suele funcionar y nos libra de determinados engendros. Efectivamente, Anacondas (no pienso recitar su kilométrico titulo) es lo que parecía. Se trata de un directo a video estrenado en cines gracias al éxito de la anterior, para aprovechar un poco de su tirón para cazar incautos que depositen su dinero en las salas.


Y ojo, que Anacondas no empieza mal del todo. No parece tener mala factura, tiene un arranque típico pero efectivo, y va directa al grano resumiendo la trama de investigación y la presentación de personajes (cosas que aquí no nos importan un carajo) para meternos en la selva y sus peligros. Lo que ocurre es que, justo entonces, la empiezan a cagar. Primero, porque las anacondas del titulo aparecen en momentos puntuales, y a una velocidad fulminante. Cosas del presupuesto, supongo. Luego, porque los personajes resultan repelentes. Están todos los tópicos, lo que no tendría que ser negativo para alguien, el que escribe, que se ha tragado tantas como está cargadas de personajes similares. Pero es que caen mal, coño. Se podrían pasar varios, pero el que interpreta el típico cómico afroamericano es de traca. Vale, uno podría pensar “seguro que se lo cepillan las serpientes en breve y dejamos de aguantarle”, pero no. Es de esos personajes a los que le crece una flor en el culo, y además, cuando por fin está en peligro y parece que va a palmarla, aparece algún mentecato a salvarle. ¡Dios! Y sigue, no se calla. Entre tanto, nos queda un clímax final más o menos correcto, que involucra a los supervivientes de la aventura con una orgia de serpientes gigantes (si, es época de apareamiento). Luego llegan los créditos y, lo que esperaba, terminé la noche con una película salchichera.

Valoración (0 a 5): 1,5



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