lunes, 1 de marzo de 2010

Squirm, gusanos asesinos (Squirm, 1976)


No hay mucha cosa que rascar en el subgénero, si es que lo hay, de gusanos asesinos. En realidad, lo más destacable, que recuerde, es la entretenida y sangrienta Slugs, muerte viscosa (1988), dirigida por el inefable Juan Piquer Simon, o variaciones inscritas en el fantástico y la ciencia ficción como Criaturas asesinas (Return of  the Aliens: The Deadly Spawn, 1983) y Temblores (Tremors, 1990). La que nos ocupa, aunque impactó en su época gracias a unos efectos especiales muy eficaces, obra de un joven Rick Baker, no tiene absolutamente nada más de interés, e incluso se hace aburrida. Y es que esos momentos en los cuales los gusanos, a modo de ejercito, hacen aparición, son pocos. Lo que nos queda son otros noventa minutos de diálogos terribles, actuaciones aún menos creíbles y soluciones de guión toscas (atención al “giro” de uno de los personajes, convertido de pronto en una especie de súper villano gusanil). Vista ahora, Gusanos asesinos resulta uno de esos exploits de amenaza animal que poco aportan más que la nostalgia de su momento para con el aficionado.


Ya se sabe de que va. Una especie de tormenta eléctrica hace que los gusanos de un pequeño pueblo adopten una conducta más agresiva de lo normal. Esto es, si muerden no causan cosquillas, sino un boquete a tener en cuenta. Y ya no solo eso, sino que se juntan, a miles, a modo de rebelión anti-humanos. Al comienzo, una “inquietante” voz nos avisa, como si de La matanza de Texas (The Texas Chainsaw Massacre, 1974) se tratase, que la historia que vamos a ver se basa en casos que han sucedido o podrían suceder. Algo así como “En tal año, la naturaleza creó una amenaza que nunca se habia visto antes (…). Esta es la historia”. Obvio que con  rotunda advertencia uno cree que será testigo de un cúmulo de momentos cumbre con gusanos cabrones devorando paletos, pero la realidad es que, hasta casi entrados en el ultimo tercio, no pasa absolutamente nada.

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