martes, 16 de marzo de 2010

El placer de la caza (Rovdyr, 2008)


Para ver esta película, o tantas otras similares que han ido surgiendo desde hace años, podemos hacer un sencillo experimento. Compren, alquilen o bájense (a estas alturas no creo que a la SGAE le importe, y si le importa que les den mucho por culo) esa maravilla titulada Defensa (Deliverance, 1972). ¿Ya la tienen? Ponganla en su reproductor de Dvd, y acto seguido apriete el play. Cuando hayan pasados dos horas, habrá finalizado el experimento. Quite la película y vuelva a sus rutinas diarias. Puede decirse que usted ha contemplado EL survival rural, y que a partir de ahora, todo lo que vea o haya visto dentro del mismo subgénero le parezca una ramificación, copia, homenaje, etc. Pero ojo, aún así, este tipo de películas, para el que guste de ellas, muchas veces suponen una buena forma de pasar un mal-buen rato. Algo así como lo que viene pasando con los sucedáneos, imitaciones y otras cosillas de La matanza de Texas (The Texas Chainsaw Massacre, 1974) y no nos quejamos mucho. Cierto, para todo cinéfago, por mucho que vea, sigue teniendo mono de más. Dentro del batiburrillo de survivals realizados con piloto automático en “Modo ON“, podemos diferenciar gratas y geniales sorpresas, como Eden Lake (2008) o burdos y aburridos esperpentos, como Bosque de sombras (2006), y entre medias tenemos cosas intrascendentes, de ver y olvidar, pero decentes durante su metraje como este El placer de la caza. La curiosidad además recae en que viene filmada de Noruega, un país del que poco o nada solemos ver por aquí.


La historia, como ya supondréis, es la de siempre: un grupo de jóvenes (la pareja de guapos y dos hermanos que se entiende menos atractivos, una porque es un poco marimacho y el otro porque lee cómics) se adentran en un pueblo de esos que no salen en el mapa (o salen con el aviso implícito “No sois bienvenidos, gente de cuidad”) y ya que uno de ellos (el guapo) es más chulo que un ocho, le vacila sin venir mucho a cuento a un pueblerino de la zona, afirmando que “seguro que os divertís mucho por aquí haciendo el amor con las ovejas”. Si a lo de no ser bienvenidos le añadimos tal insulto, pese a que seguramente no diste mucho de la realidad, ya sabemos que a los pocos minutos les van a dar caza hasta que se coman sus propias tripas. Tampoco se puede decir que estos jóvenes sean muy listos, y les da por acoger en su coche a una mujer con pinta de ser perseguida por alguien. Cuando vuelven a su vehiculo, se paran en medio de la carretera (otra cosa muy inteligente, yendo con la mujer perseguida y después de vacilar a unos pueblerinos que también tienen coche) y empiezan a recibir su castigo. Los sesenta minutos restantes (la película dura setenta) son la sucesión esperable, pero eficazmente realizada, de torturas, persecuciones por el bosque y alguna que otra muerte sanguinolenta. Nada que no hayamos visto, aunque perfecta para el deleite completista del macabro aficionado a ver el sufrimiento ajeno en forma de celuloide.

Valoración (0 a 5): 2,5

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