sábado, 20 de febrero de 2010

Los sustitutos (Surrogates, 2009)


Los sustitutos es una referencia directa al estado de la carrera de Bruce Willis. Desde hace varios años, y a excepción de algunos agradecidos papeles secundarios, uno de los héroes de la acción por antonomasia de los noventa y finales de los ochenta ha ido cayendo en propuestas que, si bien suelen entrar dentro de la corrección, nunca pasan de tal intrascendencia. Ahí están Hostage (2005), 16 calles (16 Blocks, 2006) o La jungla 4.0 (Live Free or Die Hard, 2007), a las que viene a sumarse la que nos ocupa. El problema no es que sean malas, pues en este aspecto ni están mal realizadas, ni mal interpretadas, ni resultan aburridas. Entonces ¿qué ocurre? Pues ocurre que son propuestas que, dentro de sus temas, artífices, presupuestos y, supongo, pretensiones, distan de lo esperado, que es algo más que una simple corrección de usar y tirar. Los sustitutos cuenta con una trama interesante sobre el papel, pero desarrollada en pos del “nos importa un carajo que pueda ser mejor, con lo que hay vale para estrenarla”. Es lo que ya demostró su director, Jonathan Mostow, al despreciar una oportunidad de órdago como dirigir Terminator 3, la rebelión de las maquinas (Terminator 3: Rise of the Machines, 2003), aunque con el guión encargado poco más se podía hacer.


El guión es una adaptación, más bien superficial, de la novela grafica de Robert Venditti. El tema a tratar, aunque centre la acción en el futuro, es algo en cierta medida presente ya en nuestros días. La necesidad de poder optar por un físico perfecto, de no envejecer y plantar cara al paso de los años, ha ocasionado la irrupción de un polémico invento. Los avatares, modelos robóticos que suplantan la vida de sus dueños, que los manejan a través de una especie de control remoto desde su casa. Estos “sustitutos”, aunque creados en muchos casos según el modelo (la persona) original, cuentan con un aspecto físico más saludable, más joven, pero también menos humano, sin alma. No todo el mundo está de acuerdo con el nuevo modo de entender la “vida”, y se crean grupos anti-sistema que pretenden alejarse de los avatares, y algún día rebelarse y acabar con ellos. La irrupción de un individuo, humano, que porta un peligroso armamento capaz de destruir los modelos robóticos (y a la vez al propio dueño) hará que un policía, encarnado por Bruce Willis, tenga que salir de su particular anonimato casero, y enfrentarse a la investigación por sí mismo. Esto terminará haciendo que se plantee si la filosofía de vida imperante no es más que una farsa.


Como dije, la cosa, a priori, suena interesante. Es un argumento que podría no solo entretener durante noventa minutos, sino plantear numerosos interrogantes, hacer recapacitar sobre comportamientos no lejanos a la realidad que nos ocupa, y ocupará. Pero nada de eso. La película, realizada con buen envoltorio, carece de un alma real. Vaya, que parece que la ha dirigido uno de esos avatares. Entretiene, más o menos, no resulta insultante en ningún momento, y casi puedo afirmar que tampoco mediocre. No obstante, es esa falta de verdadera esencia, de pretensiones trascendentales no cumplidas, lo que hace que decepcione. Si quiero ver cine de usar y tirar en el que no importe nada, más allá de divertimentos triviales, hay otras propuestas que elegir y seguro que, por su modestia y humildad, terminan siendo más disfrutables que Los sustitutos. Pero, si se nos ofrece una historia interesante, un director que se supone con algo de talento, unos actores por encima de la media y un material a adaptar con suficiente potencial, se espera un resultado que no raspe el aprobado por los pelos. Cosas de la exigencia del espectador medio actual.

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