jueves, 5 de noviembre de 2009

Destino final 3d (The Final Destination, 2009)


Un joven tiene una visión mientras visita, con su pareja y amigos, una carrera automovilística. En dicha visión contempla como un accidente hará que se produzca una catástrofe en el estadio, cuyo resultado será la muerte de todos ellos. Asustado, entra en pánico advirtiendo de lo que va a suceder, pero pocos le hacen caso. Solo saldrán con él su novia y amigos, además de un puñado de personas sentadas alrededor. Aunque parece que han engañado a la muerte, pronto volverá a por ellos uno por uno.

Tres sagas. Scream (1996-¿?), Saw (2004-¿?) y Destino final (2000-¿?). Estas son las franquicias más rentables del cine de terror de los noventa hasta la actualidad. De echo, centrándonos en Destino final, ésta surgió del éxito del nuevo slasher teen propiciado por Scream, y se ha ido convirtiendo, sin vergüenza alguna, en un torture porn según manda la moda Saw. Al igual que aquellas dos, la estructura de cada película es la misma, con pequeñas variantes o novedades. Tenemos un comienzo arrollador, que depara, sin excepción, lo mejor del espectáculo. Tenemos, claro, un clímax final que, con o sin giro final, intenta impactar al espectador. Y tenemos, en el desarrollo, un cúmulo de escenas, a veces sin necesidad de poseer hilo argumental, que dan al público lo que quiere ver. Esto son elaboradas (o no) muertes de los personajes que pululan por la trama. El golpe de efecto es una constante, el gore mainstream in crescendo, y los personajes, cada vez más idiotas. Todo esto es lo que propone Destino final 3d, con el añadido, tal como reza el titulo, de las tres dimensiones. Y es precisamente ese formato el que hace recomendable su visionado en una sala de cine. Tal como sucedió recientemente con San Valentín sangriento 3d (My Bloody Valentine 3d, 2009), la intención de sus responsables es asombrar y divertir con los perversos juegos tridimensionales. Sabiendo que la mayoría de sus posibles espectadores no va a exigir más que pasarlo bien recibiendo más dosis de lo mismo, aunque algo más truculento, no hay razón para perder tiempo ni dinero en escribir un guión, o en buscar buenos actores. Lo que aquí importa es que esos repelentes “adolescentes” sean despedazados con eficacia de formas rebuscadas. Eso, ni más ni menos, es lo que podemos ver en Destino final 3d.


Claro que éste Destino final no es mejor, en su conjunto, que las tres anteriores entregas. Tampoco es más jodido en su comienzo (me sigo quedando con la montaña rusa de la tercera), ni en su clímax final (volvemos a la tercera, con su escena en el metro), pero se las arregla para, gracias a las citadas 3d, crear una curiosa experiencia cómplice. Aquí, el mínimo guión que todavía quedaba en la saga, ha sido eliminado sin necesidad de sonrojos. De ahí su honestidad. Igual que en el cine pornográfico, uno no necesita en una cuarta entrega de tan manoseado tema buscar directrices artísticas complejas, ni elaboradas frases. Para eso ya están otras películas. Me gusta, aunque sin excesos, el saber hacer poco pudoroso de David R. Ellis, que ya dirigió la segunda. ¿Qué tengo que meter muertes sangrientas en 3d? De acuerdo, firma el cheque y en dos meses tienes la película. No engaña a nadie. El mecanismo es sencillo, tontorrón si se quiere, pero joder, entretiene hasta la medula.
Para el que piense que esta saga ya se ha agotado, que lo piense dos veces. Destino final 3d ha sido la más taquillera, con más de 150 millones de dólares alrededor del mundo, y obviamente la quinta está en camino.
En resumidas cuentas: Pasable


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